Escrito por Índigo
Octubre, 2025
Este fenómeno lo explicaré a través de una alegoría, una construcción de roles alejada de la realidad a fin de ser un tanto objetivos y no dañas susceptibilidades. Tomaré ejemplo de tres personajes ficticios de la serie de los Simpson: Martin, Bart y Nelson. La pregunta inicial a contestar es que se eligen a infantes masculinos para tener puntos comparativos y también para enaltecer el factor de la estructura; es más probable que le adjudiquemos a un adulto su responsabilidad por un conjunto de situaciones que le suceden que a un niño. Lo anterior porque se sobreentiende que el niño, en una etapa de aprendizaje, está más sujeto a las condiciones estructurales que le dota su entorno que a sus decisiones.
Empecemos con describir la serie Los Simpson: es una serie animada de comedia creada por Matt Groening y se ha convertido en uno de los programas más longevos y emblemáticos de la televisión. La historia gira en torno a una familia de clase media que vive en la ciudad ficticia de Springfield, compuesta por Homero (el padre torpe pero entrañable), Marge (la madre paciente y responsable), Bart (el hijo travieso), Lisa (la hija inteligente y reflexiva) y Maggie (la bebé silenciosa pero observadora).
La serie se caracteriza por su humor satírico, que critica la sociedad, la política, la cultura pop, la televisión y la vida cotidiana en Estados Unidos. A lo largo de los años, Los Simpson ha abordado temas profundos y controversiales con un enfoque irónico y muchas veces provocador.
Ahora bien, describamos a las construcciones arquetípicas; empezaremos desde el perfil de “lo bueno” al perfil de “lo malo”:
Martin Price
Martin es el estudiante modelo: brillante, culto y extremadamente formal. Le encantan las ciencias, las matemáticas, la literatura y cualquier tipo de concurso académico. Su forma de hablar es rebuscada y adulta, lo que a veces lo aísla del resto de los niños.

Martin busca el reconocimiento de los adultos y la validación intelectual. A pesar de ser muy seguro en el ámbito académico, es frágil emocionalmente y sufre por no encajar con sus compañeros. Suele idealizar el conocimiento y los logros.
Su rol en la serie se relaciona con el “niño genio” típico, una figura exagerada del nerd. Su presencia sirve como contraste con Bart y con otros niños menos estudiosos. También muestra que la inteligencia no siempre es sinónimo de aceptación o felicidad, pues a pesar de su brillantez, es objeto de burlas por su forma de hablar y su falta de habilidades sociales.
Bart Simpson
Bart es travieso, rebelde y bromista. Constantemente se mete en problemas, ya sea en la escuela o en casa, y disfruta desafiando la autoridad. Tiene una gran creatividad para las travesuras, pero también muestra momentos de ternura y empatía, sobre todo con su hermana Lisa o cuando se enfrenta a las consecuencias de sus actos.
Bart representa el arquetipo del “niño problema”. Es inteligente en lo social, muy astuto, con gran sentido del humor, pero poco interesado en la escuela y en las normas. Su rebeldía es una forma de expresar su inconformidad con el mundo que lo rodea. Tiene carisma y facilidad para liderar a otros niños, aunque muchas veces lo usa para hacer travesuras.

Su rol en la serie es ser el antihéroe infantil: un reflejo de la inconformidad juvenil, el sarcasmo y la creatividad sin límites. Representa la rebeldía natural frente a la autoridad (padres, escuela, iglesia), pero también el encanto de quien no encaja con lo esperado.
Nelson Muntz
Nelson es el clásico abusador escolar, pero con una construcción más compleja. Es violento, burlón, dominante, pero también inseguro. Su humor cruel y su risa esconden un trasfondo de dolor y abandono. En realidad, tiene habilidades e intereses que rara vez se exploran por completo.

Actúa desde la carencia afectiva y económica. Su comportamiento agresivo es una defensa ante el rechazo y las dificultades de su vida personal. Tiene momentos de introspección y vulnerabilidad que lo hacen más humano y tridimensional.
Representa a los niños que crecen en contextos difíciles, con escasas herramientas emocionales. Aunque es el abusivo del grupo, la serie trata de mostrar que detrás de cada agresor hay una historia de abandono o dolor.

Estos tres perfiles de personas los realizo meramente para completar el ejercicio de reflexión que quisiera dejar en esta columna a partir de contestar la siguiente pregunta ¿Cuál de los tres perfiles consideras que causaría más indignación al ser víctima de un acto violento en México? Seguramente la respuesta es Martin, pues es la persona ejemplar; inclusive si hay una versión gubernamental que le revictimicé sería más complicado creerla o aceptarla.
Sin embargo, para el caso de Bart, no sería la misma reacción; pues si es de conocimiento público su indisciplina y rebeldía contra las estructuras tradicionales es más fácil aceptar que sus acciones le trajeron consigo consecuencias mortales o inclusive haya quien justifique o celebre lo sucedido. Es bien sabido que en las páginas de la red social X, las personas celebran los diferentes actos violentos justificando el exterminio del “enemigo” (independientemente del bando que lo realice) que profanó con sus plantas este suelo.
Ahora bien, el caso de Nelson es complicado porque su marginación estructural se cuece en otra olla, sería muy poco probable que las personas con ese perfil acaparen el discurso público. Estamos acostumbrados a ignorar a cierto grupo de personas, principalmente a las precarizadas; Bauman (1999) postula como personas desechables a quienes son concebidos como bienes de consumo y fácilmente reemplazables, aquellos excedentes humanos que no entran en las dinámicas sociales. Este tipo de perfiles son los que tanto el gobierno, como los medios de comunicación nos han hecho creer que deben exterminarse.
Todo se complejiza cuando justificamos una muerte, ausencia o tipo de violencia y posteriormente las muertes se convierten en decenas, centenas o millares. Cuando ya no basta morir para complacer al capital sino ser exhibido y degradado a un grado deshumanizante. Cuando los discursos son retomados e interpretados a partir de una lógica ya sea gubernamental, comunicativa o desde la postura del narcotráfico, se han justificado la muerte de las personas como un proceso para llegar a la paz; casualmente los discursos de los tres actores concuerdan en algún punto: alguien tiene que morir.
En este punto, la indignación puede ser la respuesta para contrarrestar la cultura de la violencia, puede ser la respuesta a la normalización de los aberrantes actos que se comenten diariamente en este país donde los ríos transportan sangre, en la tierra se siembran cuerpos y en los puentes se exhibe la deshumanización.
¿Cuándo se jodió todo? Cuando nos dejamos de indignar por lo que vemos y vivimos…







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